Por Néstor Echarte
El eclipse de luna que tuvo lugar durante el día de ayer, pasó (valga el juego de palabras) algo eclipsado, debido a la enorme publicidad mediática que la prensa en su conjunto le está otorgando a su compañero de ciclo, al próximo eclipse de Sol del 14 de diciembre, y que se espera, no solo con interés científico, sino con un enorme caudal de promociones turísticas que invitan -como siempre lo hacen- a observar “el último eclipse del siglo ”.
Ninguna de las promociones existentes contempla que ese día podría llegar a estar nublado, para pesadilla de los operadores turísticos que deberán devolver el dinero por el espectáculo que el universo se niega a brindar a los presentes, y para beneplácito de aquellos que consideran que juntar tanta gente para ver un eclipse en tiempos de pandemia, pude hacer vigente esto de la profecía autocumplida, y que el efecto del eclipse solo resida en multiplicar los contagios por la poca precaución de los interesados al disponerse a observar este espectáculo astronómico.
Lo cierto es que ayer tuvimos otro eclipse. Un eclipse de Luna . Técnicamente se trata del paso de nuestro planeta -La Tierra - justo en medio del recorrido entre el Sol y la Luna . Ambas luminarias se encontraban en oposición, y el paso de la Tierra frente a ambos produce que la luz del sol se vea disminuida y proyecte su sombra sobre la superficie lunar. Este cono de sombra proyectado sobre la Luna es el eclipse que tuvo lugar en el día de ayer.