La recurrente simplificación por la que, desde hace varias décadas, transita la práctica astrológica, alimentada por la abundante proliferación de software que “todo lo hace” y “todo lo tiene”, pero que al momento de ser aplicado provoca en la mayoría de los astrólogos la sensación de no comprender en forma correcta el procedimiento realizado, azuza cada vez más la discusión sobre las eternas preguntas que los estudiantes de esta disciplina formularon (y aún formulan) a sus profesores, sobre cual de todos los sistemas de “direcciones” es el correcto o el más eficiente, a la hora de establecer la fecha de realización de un pronóstico basado en la ciencia astrológica. Quienes durante años estudiamos los diferentes métodos para “direccionar” un planeta y llevarlo al aspecto con otro llegamos a comprobar que su efectividad siempre fue alta, independientemente del método y la clave utilizados para el cálculo de dichas direcciones planetarias.