Escibe: Néstor Echarte
En el principio fué la Magia... Con el tiempo, el trabajo de aquellos investigadores considerados de segunda pero mucho más ávidos de conocimiento que sus vigilantes parientes cercanos, los científicos ortodoxos... (me refiero aquí y reivindico la labor de los parapsicólogos), llegaron a englobar y definir dichos procedimientos en el ámbito de lo que llamaron radiónica. Un término que "suena" algo más técnico y aceptable para los oídos de aquellos que sufren ataques espasmódicos cada vez que suena la palabra "magia".
Mucho más cercano a nosotros, la física cuántica vino a resolver y a acortar las distancias existentes entre Dios y la Ciencia. A veces, en forma algo exagerada para aquellos científicos con mente abierta que se animan a incursionar en ella, y otras en forma totalmente ofensiva para aquellos ortodoxos que aún niegan la factibilidad de la misma, en cuanto a los resultados obtenidos sobre sus esquivos e inciertos objetos de estudio.
Me desconcierta la facilidad que brinda la física cuántica para asimilar conceptos otrora difíciles de digerir. ¿O no será que recurrimos, casi descaradamente, a la física cuántica, cuando tenemos la necesidad de explicar un concepto en forma "científica" y no tenemos a mano argumentos convincentes.?
Siempre me gustó volver a las fuentes, y seguir pensando en la magia, aquella que pese a la oposición de sus detractores, y hasta de nuestros propios preconceptos, igualmente funciona. Aquella que Hermes Trismegisto se ocupó de definir en uno de solo de los trece párrafos de sabiduría que componen la Tabla de Esmeralda, (trece frases que comprenden todo el saber esotérico, que como muchos otros mensajes de sabiduría fueron grabados en piedra, más precisamente sobre una piedra esmeralda): “Lo que está más abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo. Actúan para cumplir los prodigios del Uno”.