Por Néstor Echarte
Existe una tendencia a la simplificación, hablando en términos astrológicos, cada vez que se intenta explicar el efecto de la retrogradación planetaria en el análisis de una carta natal. Desde pensar que perderemos el amor que durante tanto tiempo estuvimos disfrutando, si quien retrograda es el planeta Venus, hasta llevarnos a temer que irremediablemente perderemos nuestros pocos ahorros si el que retrograda es Mercurio. Ni hablar entonces de retrogradaciones mucho más extensas en tiempo, como las de Urano, Neptuno o Plutón que serían capaces (siempre en términos exagerados) de provocar enormes tragedias en el seno de la humanidad, haciéndonos pagar entonces, karma mediante, “ culpas propias y ajenas por no haber tenido la precaución de cumplir con los preceptos divinos que la posición de mi nodo me tenía reservada y, sobre todo, porque el mismo se encontraba retrógrado (SIC)”. Juro que no caeré en la tentación de tener que explicar esto último.
Tampoco abonaré la teoría que dice que si abundan en mi tema natal planetas en retrogradación, estaré a un paso de lograr un máster en espiritualidad.
Por Néstor Echarte
Hermes Trismegisto, el “tres veces grande”, pese a su cuestionada existencia en el mundo real dejó una rica y prolífica obra que sustenta las bases de la mayoría de las disciplinas que nutren al mundo esotérico-espiritual. La astrología, muchas veces calificada como “la madre de todas las ciencias”, no escapa a esta construcción, y algunas de sus reglas son aceptadas a rajatabla como sustento y metodología de determinadas formas de realización de procedimientos astrológicos.
La “Trutina de Hermes”, cuya autoría se atribuye a nuestro personaje, recreada luego por Claudio Ptolmeo en el apartado nro. 51 de su “Centiloquio”, señala con claridad que “el signo en que la Luna se encuentre en el momento de nacer, es el signo que se encuentra en el Ascendente o Descendente del momento de la concepción, y el signo donde ella se encuentre en el momento de la concepción, o bien el opuesto, será el signo Ascendente del Nacimiento”.
Ptolomeo propone además una serie de chequeos adicionales vinculados a la posición de la Luna en relación al Sol, para poder determinar sin error posible, el momento exacto de la concepción. En relación a ese tema, nos tomaremos algunas licencias, ya que como se afirmó en el título de este ensayo, no se trata de obtener el momento exacto de la concepción de un ser humano, sino que adaptamos la técnica a una temática algo menos ortodoxa.
Por Néstor Echarte
Coordenadas Horizontales, Ecuatoriales y Eclípticas: Además de consignar otros puntos astronómicos utilizados en astrología se destaca la presencia de lo que puede ser considerado como la existencia de 3 Ascendentes diferentes: Ascendente, Eq y Ascendente Eléctrico.
La carta natal, en su verdadera esencia, se juega en la esfera. La representación en el plano que utilizamos de ella es solo una simplificación de compromiso para poder entender una pequeña parte de lo que ese pequeño universo esférico nos muestra.
Pero deberíamos dudar de lo que creemos evidente, y no es más que una trampa que encierra un mensaje mucho más profundo que el que esa representación bidimensional del Universo, que habitualmente interpretamos, y que denominamos carta natal, carta astral, o rádix.
Por Néstor Echarte
El eterno debate entre la racionalidad y la irracionalidad que durante mucho tiempo caracterizó el enfrentamiento entre detractores y cultores de la disciplina astrológica se ve acentuado en aquellos viejos conceptos que la definían, a veces, como "nuestra querida y venerable ciencia", frases con la que muchas veces la definió el maestro argentino en astrólogo Spicasc, en contraposición con el concepto de "esa vieja prostituta" que André Barbault solia atribuirle por el solo hecho de ser la profesión "más antigua del mundo".
Si durante muchos años fue una constante en las ventas de bibliografía astrológica en la República Argentina, la completísima y elaborada obra del astrólogo alemán Adolfo Weiss, bajo el título de Astrología Racional, eso traía aparejada la existencia de una astrología diferente, distinta, diametralmente opuesta al planteo que hacía Weiss en ese momento, al que deberíamos denominar Astrología Irracional.
El libro por sí solo se imponía por su aspecto serio, robusto, sólido, con tapas duras, y una enorme cantidad de páginas. Todo astrólogo que comenzaba sus estudios y todo astrólogo que se preciara de tal debía tener uno de ellos en su biblioteca especializa. Pero debía destacarse por sobre los demás. Obviamente su elevado precio hacía que muchas veces se convirtiera en algo inalcanzable. En un sueño distante del aspirante a astrólogo, pero finalmente se ponía el suficiente esfuerzo y empeño y el libro terminaba, ahora si, erguido, en la biblioteca del aspirante.
Astrología Racional se constituye así en el deseo oculto del profesional en astrología. Un sueño a lograr en el arduo camino que la astrología tiene reservado para sus aspirantes.
Tratado con sobriedad y rigurosidad buscaba explicar de manera integral todas las líneas de la astrología tradicional desde la elaboración de una carta natal, pasando por todas las técnicas de pronóstico, algunas de ellas sumamente elaboradas desde lo matemático, con capítulos plagados de títulos pomposos y ambiciosos. Riguroso, detallado, fundamentado. Basado en las opiniones y juicios de aquellos astrólogos del pasado que se caracterizaron por su sabiduría y rigurosidad, sin dejar de lado a sus referentes colegas alemanes, cultores también de esa astrología considerada “sagrada” y reservada para muy pocos “iluminados” que lograban comprender ese lenguaje encriptado, pleno de definiciones astrológicas del pasado, reivindicando siempre la tradición, y lo que es mejor, a medida que avanzaba en temas de mayor complejidad, no desperdiciaba la oportunidad de despotricar por las malas artes de aquellos que se dedicaban a una astrología simple, superficial, plagada de lugares comunes que se repetían en los horóscopos de diarios, revistas, y programas de televisión. Una astrología siempre menospreciada porque atenta contra el esfuerzo que suponía realizar una carta correctamente bien calculada, dibujada, y por supuesto, interpretada según las reglas claramente expuestas por personajes como Morín de Villefranche, su más antiguo predecesor, Claudio Ptolomeo, y sus contemporáneos Selva, Hieroz o Dom Neroman, a quienes aplaudió fervientemente por sus conceptos y sapiencia, en la misma medida en que criticaba, denostaba y condenaba al oprobio, a la enorme cantidad de astrólogos que no seguía sus reglas y a los que relegaba al lugar más bajo de los aspirante de esta, nuestra disciplina.