Por Néstor Echarte
El eterno debate entre la racionalidad y la irracionalidad que durante mucho tiempo caracterizó el enfrentamiento entre detractores y cultores de la disciplina astrológica se ve acentuado en aquellos viejos conceptos que la definían, a veces, como "nuestra querida y venerable ciencia", frases con la que muchas veces la definió el maestro argentino en astrólogo Spicasc, en contraposición con el concepto de "esa vieja prostituta" que André Barbault solia atribuirle por el solo hecho de ser la profesión "más antigua del mundo".
Si durante muchos años fue una constante en las ventas de bibliografía astrológica en la República Argentina, la completísima y elaborada obra del astrólogo alemán Adolfo Weiss, bajo el título de Astrología Racional, eso traía aparejada la existencia de una astrología diferente, distinta, diametralmente opuesta al planteo que hacía Weiss en ese momento, al que deberíamos denominar Astrología Irracional.
El libro por sí solo se imponía por su aspecto serio, robusto, sólido, con tapas duras, y una enorme cantidad de páginas. Todo astrólogo que comenzaba sus estudios y todo astrólogo que se preciara de tal debía tener uno de ellos en su biblioteca especializa. Pero debía destacarse por sobre los demás. Obviamente su elevado precio hacía que muchas veces se convirtiera en algo inalcanzable. En un sueño distante del aspirante a astrólogo, pero finalmente se ponía el suficiente esfuerzo y empeño y el libro terminaba, ahora si, erguido, en la biblioteca del aspirante.
Astrología Racional se constituye así en el deseo oculto del profesional en astrología. Un sueño a lograr en el arduo camino que la astrología tiene reservado para sus aspirantes.
Tratado con sobriedad y rigurosidad buscaba explicar de manera integral todas las líneas de la astrología tradicional desde la elaboración de una carta natal, pasando por todas las técnicas de pronóstico, algunas de ellas sumamente elaboradas desde lo matemático, con capítulos plagados de títulos pomposos y ambiciosos. Riguroso, detallado, fundamentado. Basado en las opiniones y juicios de aquellos astrólogos del pasado que se caracterizaron por su sabiduría y rigurosidad, sin dejar de lado a sus referentes colegas alemanes, cultores también de esa astrología considerada “sagrada” y reservada para muy pocos “iluminados” que lograban comprender ese lenguaje encriptado, pleno de definiciones astrológicas del pasado, reivindicando siempre la tradición, y lo que es mejor, a medida que avanzaba en temas de mayor complejidad, no desperdiciaba la oportunidad de despotricar por las malas artes de aquellos que se dedicaban a una astrología simple, superficial, plagada de lugares comunes que se repetían en los horóscopos de diarios, revistas, y programas de televisión. Una astrología siempre menospreciada porque atenta contra el esfuerzo que suponía realizar una carta correctamente bien calculada, dibujada, y por supuesto, interpretada según las reglas claramente expuestas por personajes como Morín de Villefranche, su más antiguo predecesor, Claudio Ptolomeo, y sus contemporáneos Selva, Hieroz o Dom Neroman, a quienes aplaudió fervientemente por sus conceptos y sapiencia, en la misma medida en que criticaba, denostaba y condenaba al oprobio, a la enorme cantidad de astrólogos que no seguía sus reglas y a los que relegaba al lugar más bajo de los aspirante de esta, nuestra disciplina.